La sonrisa etrusca de José Luis Sampedro
Debolsillo
336 páginas
MI OPINIÓN
No entraba entre mis planes leer La sonrisa etrusca, ni siquiera en un futuro medianamente próximo. Fue el comentario de un amigo el que hizo que se encendiera algo en mí y que me susurrase que fuera a por el a la librería esa misma tarde, me iba a gustar. Estas cosas pasan, y los que amamos los libros lo sabemos.
Salvatore es un campesino calabrés ya anciano que, debido a la enfermedad, su Ruska como él la llama, su hijo Renato lo traslada de la amada montaña de ese viejo cabezota, a su piso de Milán para que lo atiendan los mejores médicos. Salvatore no lleva muy bien el cambio, desprecia a los milaneses, incluida su nuera Andrea con quien no logra congeniar. En su mente sabe que no es una mudanza definitiva, volverá cuando muera su viejo enemigo fascista, al que no piensa darle el lujo de verlo empeorar.
Sin embargo, todo cambia cuando conoce a Bruno, su nieto, que a partir de ahora pasará a ser su Brunnetino. Nieto y abuelo conforman un tándem que tratará de luchar contra todos los que traten de imponerles unas reglas que a pesar de ser adelantadas o en consonancia con la época, al abuelo se le antojan inhumanas. Conseguirán también la ayuda de Hortensia, que pronto se convertirá en la mejor compañera de batallas.
La sonrisa etrusca es la historia del amor incondicional y puro que surge a la vejez, un amor que por su pureza y por la sabiduría de lo ya vivido nos transforma. Surgen en Salvatore sentimientos nunca antes conocidos, o esperados, cambia su percepción de la mujer y del mundo y quiere trasladárselo a su nieto, para que él si crezca sabiendo la verdad de la vida.
Los diálogos interiores que mantiene el abuelo con su nieto son preciosos, contándole poco a poco su historia, que al final es la historia de los dos, como si le estuviera contando un cuento, a los pies de la cama donde Salvatore hace guardia noche tras noche.
La sonrisa etrusca me ha parecido una historia preciosa, llena del amor tierno que surge entre abuelos y nietos y que cuenta con un final que por sorpresa me erizó la piel y me llevó a las lágrimas. Lo recomiendo.
Besos
La leí hace muchísimos años. También fue por una recomendación: léela, te va a encantar. Y así fue
ResponderEliminarBesos
La leí hace muchísimos años y guardo un grato recuerdo de ella.
ResponderEliminarBesos.
Hola, guapa:
ResponderEliminarpor circunstancias personales, ahora mismo no estoy yo para una lectura de este tipo aunque siempre he tenido curiosidad por este título y después de leerte sé que lo tengo que leer...algún día.
Un beso
Un título que siempre me atrajo, pero que nunca me dio por leerlo. Tu reseña me dice que has disfrutado mucho con su lectura, lo que supone un empujoncito más para que la novela de José Luis Sampedro se venga conmigo. Besos.
ResponderEliminarMe anoto lo que cuentas de ella. Besos.
ResponderEliminarDe mis eternos pendientes. Y tu reseña me dice que ya está esperando mucho. A ver si me animo pronto.
ResponderEliminarBesotes!!!
La leí hace muchísimos años y guardo un grato recuerdo, sobre todo por la prosa de Sampedro, que me parece preciosa, y por la ternura de la historia. No sé si ahora me gustaría tanto, así que prefiero guardar el recuerdo precioso que tengo de esta lectura. Besos.
ResponderEliminarPara mí fue la confirmación de un gigantesco escritor al que solo conocía por un relato corto que me encantó. Ni que decir tiene que me enterneció, me encantó y me hizo recomendar no solo a la novela, sino a su autor. Por cierto, el relato se llamaba Monte Sinaí, en el que describía como pasó una enfermedad en aquel hospital y como pudo apreciar el cuidado con el que algunos le trataron y la frialdad de otros.
ResponderEliminarAy, Carla, yo no le he leído pero me has convencido totalmente. Me la anoto y espero no tardar mucho. Tengo ganas de algo así con calorcito.
ResponderEliminarBesos